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LOLA SANABRIA GARCÍA 

Sobrevivió al escorbuto, al calor asfixiante, a la escasez de agua y al temporal que acabó con media tripulación y parte del pasaje del barco en el que viajaba. Nada consiguió doblegar su voluntad de hierro. Ya en tierra americana, compró un rancho y se casó con una mujer a la que adoraba. Ejercía como juez, sin que emoción alguna alterara su imparcialidad a la hora de dictar sentencia, hasta el día en que asaltaron la diligencia. Cuando el juez vio el neceser ensangrentado de su amada en manos del ayudante del sheriff, hizo caso omiso del llanto y los gritos del muchacho proclamando su inocencia, y mandó al encausado a la horca. Desde entonces su vida es un infierno. Piensa que tal vez se equivocó e imagina al verdadero asesino acariciando la cabeza de un hijo de la misma edad que tendría, si viviera, el que esperaba su esposa.

 

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