Imagen de perfilDERECHO A LA DEFENSA

Amparo Martínez Alonso 

No tuve oportunidad de abrir la boca. Aquel fue el careo más rápido de la historia. Mi compinche confesó ante la amenaza de irse a la cama sin cenar. Las pocas hipótesis que podían avalar nuestra inocencia pasaron a hechos probados, consumados y penados tras la testificación de mi hermano pequeño.

Antes de nada, debo aclarar que mis padres se conocieron durante unas maniobras militares. Un día, mamá, revestida con un aire marcial más acentuado de lo habitual, confeccionó una guía de normas (y sus penas correspondientes). A partir de ese momento sería imprescindible no infringir más de tres normas para poder recibir la paga semanal. Además, deberíamos reparar cualquier falta cometida (o “perpetrada”, según el término utilizado por mamá) realizando un servicio a la comunidad familiar (limpiar nuestro cuarto, sacar la basura, poner la mesa). Y, todo sin rechistar. ¡Sin alegaciones!… Que por qué quiero ser abogado, me preguntas.

 

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