SOCIEDAD LIMITADA PROFESIONAL
Ángel Montoro ValverdeElla es al amor lo que el prospecto del Fortasec a la literatura, o lo que yo a la emoción. Por eso nuestro matrimonio de inconveniencia fue un proindiviso del sopor y mis lisonjas resultaron una inútil quimioterapia frente a la metástasis del tedio. Como no hay segundas oportunidades salvo para la estupidez, cuando ella lo propuso, sin pedirle explicaciones ni el rosario de mi madre firmé un divorcio por el que yo pierdo una esposa mientras ella gana un socio de despacho, ese columpio que nos mece al ritmo de una custodia compartida o del baremo de lesiones. Ella carga las tintas en mis demandas y yo dulcifico sus minutas de modo que ni una es el diablo ni otro el vicario de la bondad. Trabajamos tan a gusto que no encontramos hora de volver a nuestras casas.
Estoy pensando en poner dos camas en el archivo. O una.
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Pues, bien está lo q bien acaba!!! :)
Ángel, no nos das tregua en la lectura. Me gusta que me exijan.
Un relato complejo, lleno de dobles sentidos.
Un ejercicio profundo e inteligente.
Ahí va mi voto!
Hola, Ángel.
He tenido que buscar las propiedades del Fortasec (fíjate, pensaba que sería algún tipo de opiáceo), pero más bien es que no. Madre mía, tremendas sus propiedades, jajaja.
Bueno, en cuanto al micro, hay trabajo en él, mucho y bueno. Has sabido jugar con el lenguaje médico y el ‘abogacil’ y en tiempo récord.
Hay frases maravillosas («mis lisonjas resultaron una inútil quimioterapia frente a la metástasis del tedio») y ese final es la bomba con muchas posibilidades para los protagonistas.
Me gusta mucho, sí, señor.
Un abrazo y suertísima.
Yo pensando en el bienestar corporal y tú pensando en la droga. Contra el tedio…microrrelatos. Gracias.
Muy, muy bueno e inteligente como siempre, y esta vez con picardía haciéndome sonreír. Yo también lo voto.
Gracias Recio. Y ten cuidado. Ja ja.
El Concurso debería prever la expedición de un certificado de excelencia para algunos autores. Tú lo tienes concedido a perpetuidad, querido Ángel, maestro.
«No hay segundas oportunidades salvo para la estupidez». Cuán cierto es.
Un perfecto tándem jurídico; un fracaso como pareja amorosa.
Mi voto y un abrazo, compañero. Suerte.
Eres grande como autor e indulgente como crítico. Gracias amigo.
Ja, jaaa… Ángel! Te has lucido con tu sabiduría médico-judicial… estás sembrado. Lo del Fortasec no tiene desperdicio.
Te aconsejo que pongas una cama… dónde va a parar!!!
Enhorabuena… te mando un abrazo y mi voto, claro!!
Marta
Me quedo con tu frase «lo del Fortasec no tiene desperdicio». Exacto, las propiedades del medicamento son para no andar desperdiciando por ahí… Bueno, que me estoy poniendo escatológico,. Gracias Marta.
Gracias Marta. Te haré caso. Ja ja.
Yo coincido con Manuel en lo del certificado de excelencia. Pues eso.
Gracias Margarita. Mi relato es una versión más esperanzadora de tus «recapitulaciones matrimoniales» ; y menos sorprendente.
Hola, Ángel, amigo.
Tu texto es sencillamente maravilloso: el título que nos adentra en la peripecia, el sostén de la tensión narrativa, con una originalidad y empleo de palabras modernas que pasma, y un final digno remate de tanta condición o cualidad positiva. Mi más muy mayor enhorabuena y un abrazo grande, bien grande.
Gracias Eduardo. Se te espera por aquí. Saludos.
Ángel, un relato lleno de ironía. Esta claro que lo que no puede unir la vida de matrimonio, lo ha unido la profesional. Tal vez lo mejor será poner una sola cama.
Me ha gustado mucho.
Un abrazo y un voto.
Pondré una cama… lejos de las sotanas de tu relato. Gracias amigo.
Parece ser que la máxima que dice que no hay segundas oportunidades tiene excepciones. Cuando vuelven a barajarse las cartas y las reglas cambian, aunque los jugadores sean los mismos, se abre un mundo de posibilidades desconocidas.
Un relato muy trabajado y una historia que sorprende, con un vuelco final que nadie espera.
Ahí va un voto y un saludo, tocayo
Pues has dado con el quid de la cuestión. En esto del amor no hay máximas, ni mínimos. El corazón tiene razones que la razón no entiende. Gracias compañero