LA JARDINERÍA
Amparo Martínez AlonsoTras mi despido del bufete, por reducción de plantilla, el abuelo me exhortó a enfocar la derrota desde un prisma positivo y razonable: “Ahora podrás intentar esa renovación vital de la que tanto hablas”. Aunque no comulgaba con términos políticamente correctos, vuestro abuelo nunca alimentó lástimas ni culpas ajenas (dentro o fuera de los tribunales), en su larga carrera judicial. Desde que se jubiló, además de sopas y cremas de verduras, el abuelo masticó (hasta el infinito) multitud de recuerdos procesales. El cese de su actividad laboral no mermó su vocación por la justicia, la equidad y la razón. Por eso, tras pronunciar uno de aquellos refranes con los que solía sentenciar cada suceso que ocurría a nuestro alrededor: “¡A Dios rogando y con el mazo dando!”, mi padre salió al jardín, se agachó con dificultad, y comenzó a arrancar las malas hierbas, allanando el terreno de mi verdadera vocación.
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Divertido y muy realista, quién no ha escuchado esos refranes tan certeros.
Un placer leerte Amparo, mucha suerte.
Asun
Asun, muchas gracias por tu comentario.
Cuando el trabajo que realizamos es vocacional, además de trabajar, disfrutamos. Y eso he querido reflejar en el micro.
Un abrazo grande.
Con las malas hierbas, de raíz.
No dejes de regar tu verdadera vocación, Amparo.
Un abrazo y mucha suerte.
Opino como tú, Margarita. Es una suerte poder ejercer la verdadera vocación. Siempre hay que luchar por ello. Sacar lo mejor de uno mismo.
Un abrazo loco para ti.
Asun, muchas gracias por tu comentario.
Cuando el trabajo que realizamos es vocacional, además de trabajar, disfrutamos. Y eso he querido reflejar en el micro.
Un abrazo grande.
Muy tierno tu relato, Amparo. Me gusta, además, que ambas coincidimos en tratar el tema de la jubilación. ;-)
Mucha suerte.
Un abrazo.
Hola, Amparo!
Tres generaciones de letrados entrelazadas (parece el trabalenguas ese de los tres tristes tigres, ja, jaaaa) de forma magistral en un relato tan corto!!! Y además, dirigida a una cuarta generación, no? «vuestro abuelo»… muy bien planteado, muchos puntos de vista abiertos.
Tienes frases buenísimas: «el abuelo masticó (hasta el infinito) multitud de recuerdos procesales».
Enhorabuena!
Tú también hablas de vocaciones, eh??? Cómo nos tira el tema, verdad?
Te felicito y te mando mi voto envuelto en un gran abrazo!!!
Marta
Amparo, vecina, nos perseguimos y nos encontramos. Luego pasare por ENTC a visitarte. Las letras nos unen.
Tú relato me ha gustado mucho. Siempre hay que oir la voz de la experiencia. Pero además siempre hay que hacer lo que a uno le gusta y se sienta realizado. Y la verdad la jardinería es igual de bueno que estar en un bufete.
Un beso.
Un ejemplo de abuelo, sin lugar a dudas.
Y un final de micro espectacular. Enhorabuena, Amparo.
Un abrazo y suertísima.
Es fértil, nunca mejor dicho, la comparación entre un abogado y un jardinero. Hay picapleitos que construyen alegatos al modo de un jardín francés; otros, inglés; hay abogados-ikebana; otros que siembran cizaña, etc.
Y la profesión de jardinero tiene su aquel. Todo muy bucólico. O pastoril. Hay jardineros famosos, como nuestro Cecilio Rodríguez, o los del Palacio de la Granja, o los de Versalles. Debo confesar que yo fui jardinero durante algunos meses, en la mili, antes de conseguir el puesto de bibliotecario de oficiales.
Suerte, Amparo.
Divertido y ejemplarizante, Amparo. La derrota forjará un imperio, ja, ja, ja. Me ha gustado mucho. Un abrazo.