Imagen de perfilLA JARDINERÍA

Amparo Martínez Alonso 

Tras mi despido del bufete, por reducción de plantilla, el abuelo me exhortó a enfocar la derrota desde un prisma positivo y razonable: “Ahora podrás intentar esa renovación vital de la que tanto hablas”. Aunque no comulgaba con términos políticamente correctos, vuestro abuelo nunca alimentó lástimas ni culpas ajenas (dentro o fuera de los tribunales), en su larga carrera judicial. Desde que se jubiló, además de sopas y cremas de verduras, el abuelo masticó (hasta el infinito) multitud de recuerdos procesales. El cese de su actividad laboral no mermó su vocación por la justicia, la equidad y la razón. Por eso, tras pronunciar uno de aquellos refranes con los que solía sentenciar cada suceso que ocurría a nuestro alrededor: “¡A Dios rogando y con el mazo dando!”, mi padre salió al jardín, se agachó con dificultad, y comenzó a arrancar las malas hierbas, allanando el terreno de mi verdadera vocación.

 

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