Imagen de perfilLA CONDESA MIENTE

Manuela Fernández Manzano 

Antaño, rumores falaces llevaban a jueces y corregidores a decretar el cadalso. Tal cavilación mantenía en vela al reo Melquíades Cañete a la espera del tormento o de un rescate afortunado. Contaron lenguas venenosas que había abordado con ferocidad y en llamativo y grotesco desnudo a la esposa del conde. Esta acusación le colgó el cartel de infame. Mas un pariente, escribano y letrado en Sevilla, acudió a esclarecer su destino. Así dijo:

“Infausto recuerdo para la dama,
cuya templanza se halla aquí presente,
sufrir tal ofensa si no consiente
y vencer la resulta de este drama.
Además de su nebulosa fama,
padece en el pecho este diablo ardiente
un costurón horrible y tan hiriente
que el ánimo del que lo ve, derrama.
¿Qué dice a esto la ofendida dama?
Como ven todos, la condesa asiente;
mas si abro esta camisa de repente
no hallarán la señal que se reclama.”

 

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