Imagen de perfilEL ECOSISTEMA DE LA JUSTICIA

Alberto González Gómez 

Era una mañana de enero inusualmente calurosa. Estaba a punto de romper a sudar empujando aquel odioso maletín, pero mis pensamientos se los llevaba la Cumbre del Clima que se estaba celebrando a escasos kilómetros: “un paso necesario para proteger la diversidad de nuestros bosques y océanos y frenar su degradación”, decían en la radio. Llegué con el pulso acelerado y corrí raudo a buscar al oficial del procedimiento, a quien encontré detrás de una enorme pila de expedientes y que me pidió que pasase a Sala. Ante lo soporífero del juicio, seguía absorto en mis cavilaciones medioambientales hasta que la jueza me solicitó la prueba, “–documental, su Señoría – respondí.”, abrí la maleta y no sin esfuerzo, saqué hasta cuatro bloques de documentos. Estaba claro, el primer ecosistema que había que cambiar era el de la justicia, aquello no era sostenible.

 

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