Imagen de perfilLa ley y el orden

ELENA BETHENCOURT 

Mi niño trajo del colegio un mini invernadero de juguete para un experimento de Ciencias. Con ilusión plantamos muchas semillas y día a día las vimos brotar. Al cabo de unas semanas ya teníamos un ecosistema en miniatura con su flora y su fauna.
En el pequeño bosque aparecieron parejas de humanos diminutos muy cariñosos que se dedicaron a procrear. Se organizaron y en tan solo unos meses ya habían construido la primera ciudad.
Pasábamos horas mirando embelesados aquel fantástico micromundo hasta que llegaron los problemas: rencillas, robos, abusos, picaresca… Y con los delitos surgieron los castigos de una crueldad tan primitiva que nos resultaba imposible de soportar.
No sabíamos qué hacer para proteger a nuestras criaturillas de aquella barbarie. Todo mejoró cuando —decididos a ahorrarles siglos de evolución del Derecho hasta la justicia actual— introdujimos en el invernadero minúsculos ejemplares de nuestro Código Civil y Penal.

 

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