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Amparo Martínez Alonso 

Mi coche eléctrico, además de facilitar el aparcamiento en la ciudad, contribuye a reducir la contaminación. Lamentablemente, desde el accidente del repartidor de pizzas, tengo prohibido utilizarlo. Muchas cosas han cambiado desde entonces. Ahora vivo en esta urbanización, seguro y en paz. Dispongo de acceso directo al gimnasio, piscina y pista de squash, pero echo de menos el bufete y a los compañeros. La causa del giro que ha sufrido mi vida es esta manía mía de indagar hasta el fondo de la verdad, junto a mi eficaz empeño de complicarme la vida. Me explico: yo era el abogado del taxista que, supuestamente, arrolló al repartidor de pizzas. Procuré no inmiscuirme en el caso, más allá de mi cometido profesional, pero la gabardina a lo Bogart del motorista no encajaba. Investigué, descubrí y me ofrecí a colaborar. Pronto conseguiremos desmontar el entramado de distribución de drogas que… ¡Chisss!… Se acercan.

 

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