Imagen de perfilCosas de la vida

María Carmen Caamaño López 

—La vida me pone triste —le dije en un arrebato, olvidándome una vez más de que él era mi cliente y yo su abogado.

—¿Por qué?

—Porque un día se acaba.

Soltó una carcajada estruendosa y yo a la postre me reí con él.

Llevaba meses visitándolo en la cárcel. Desde el principio había dicho que no me dedicara a promover su defensa, que no iba a colaborar, pero yo no podía dejar de ir. Era mi trabajo. Se cansó pronto de hablar del juicio, lo cual nos dio luz verde para hablar de todo lo demás. Del futuro, del miedo, de las bondades y maldades que arrecian con cada cambio y, en medio de todo ello, de la conservación de la cordura en este mundo de locos.

Carraspeé antes de preguntar lo que en verdad me reconcomía.

—¿Por qué quieres quedarte aquí?

—Porque aquí tengo tiempo.

 

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