Imagen de perfilMaldito karma

Sergio Capitán Herraiz 

Pese a la incipiente lluvia, salió toda contenta del concesionario con su flamante descapotable. Me lo merezco, pensó, mientras se mesaba los cabellos con la mano que no sujetaba el volante.
El gobierno local estaba otorgando jugosas subvenciones para preservar el tejido empresarial y ella se había comprometido a mantener a todo el personal de su despacho de abogados. A costa, eso sí, de bajar los salarios a la mitad. Hay que reducir costes, repetía a modo de mantra.
La profesionalidad de los letrados en plantilla hizo que no cayera la calidad de los servicios jurídicos ofertados.
Eso sí, ella había cobrado su bonus íntegro, e inmediatamente había ido a por un coche nuevo.
Con lo que no contaba era con saltarse un ceda el paso poco visible y embestir a otro vehículo.
Su secretaria, para ahorrar, no había cogido el seguro a todo riesgo.

 

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