El germen de una vocación
Gema Bocardo Clavijo · Murcia Colgó el teléfono henchido de orgullo. Su hijo había aceptado otro caso difícil: vertidos ilegales en una pequeña finca por parte de una multinacional. No le extrañó. Tozudo como una mula, luchaba para preservar el tejido que une a todos los seres de la madre Tierra, sin importarle el riesgo visible que implicaba cada paso.
Volvió a recordar aquel lejano día en el que regresó del campo, llorando. Un hombre golpeaba a un perro y le suplicó clemencia. La réplica que brotó de los labios infames le heló los huesos: Es mío y haré lo que quiera. Y tú no puedes hacer nada, niñato mocoso. Nada.
—No tiene razón, hijo. Puedes intentarlo. Puedes intentarlo.
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