SOY MAYOR Y ME QUEDO
LUIS DAVID SAN JUAN PAJARES El caso era desesperado para su cliente y el acto de conciliación una burla, algo para lo que iba preparado. La anciana, agotada, estaba a punto de claudicar ante las zalamerías del experto abogado de la otra parte. Él no se inmutó y le dejó hacer. Después de una hora, decidió pasar a la acción. Se limitó a mostrar una pantalla a su colega y éste, espantado, claudicó sin condiciones. La abuela seguiría ocupando aquella vivienda de renta antigua. Vivir en aquel piso interior e insalubre podía ser horroroso, pero quedar en la calle suponía la condena definitiva: la muerte. «Ayudemos a la Señora Adelina a quedarse en su casa. Ocho mil peticiones en 60 minutos» era lo que aquel pobre diablo pudo leer. Sí, el recuerdo de Carlos San Juan era poderoso: nada era igual ya para los bancos desde su triunfo arrollador en las redes.
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Bueno, menos mal, un relato que no va de la invasión a Ucrania. Que aburrimiento.
Enhorabuena y mi voto.
Claro que ayudo a la Sra. Adelina, jaja. Te envío mi voto y suerte. Saludos!
As I have discussed in some of my link other articles, women were a ubiquitous presence in watch manufacturing from the 18th century onward. In 20th-century America, women suffered ghastly illnesses as a result of radium exposure while painting luminescent dials. Female students studied alongside men at watchmaking schools, as evidenced by the signed notebooks we have at our library.