UN LUGAR DONDE VIVIR
LOLA SANABRIA GARCÍAMe tocó a mí inscribir a Elvira. Amaneció con luz ceniza y manto lluvioso. Parado a la entrada, sin paraguas ni ganas de dar el paso para cruzar la puerta, la miré. Temblaba. Tenía las zapatillas empapadas. El pelo chorreando. El vestido pegado a su cuerpo desamparado. Me quité la chaqueta y se la puse por los hombros. Me miró y esbozó una tibia sonrisa. Gracias, dijo. ¿Gracias? Mamá había muerto. Las dos se cuidaban. Y el pronunciamiento desde el principio de Azucena, que de flor solo tenía el nombre, favorable a la incapacitación judicial por enfermedad mental y el ingreso en un centro, como la mejor opción, acabó por convencerme. Aquello era un asilo. No era sitio para ella. Me agaché a recoger la maleta, agarré del brazo a Elvira y volvimos al coche. ¿A dónde vamos, Ángel?, preguntó mi hermana. A casa, respondí mientras le acariciaba la cara.
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Una historia triste, pero llena de sentimientos que da un toque de esperanza. Enhorabuena y mi voto que inaugura tu casillero. Mucha suerte.
Una historia llena de ternura. Enhorabuena.
Un acto de justicia, no de caridad. Todo el mundo tiene derecho a un lugar digno donde vivir y a una familia. Bien por tu protagonista.
Un relato que propugna eso de que obras son amores y no buenas razones.
Un abrazo y suerte, Lola