Imagen de perfilEL TRÁNSITO

Miguel Angel Zarzuela Ramírez 

Permanezco en la cola descalzo, bolsillos vacíos, despojado de cualquier artículo, sin papeles que repasar y con la toga puesta. La ceremonia del tránsito así lo requiere. El rito me exige ir avanzando desprovisto de todo lo no esencial, sometido con resignación a las órdenes de los oficiantes. Progreso paciente e intento, por distraerme un poco, programar mentalmente mi intervención. Procuro relajarme aunque los nervios afloran y una ola de ansiedad va recorriendo mi interior…

Como última etapa del proceso, tras responder dócilmente algunas preguntas, manifiesto sincero mis intenciones, adopto la posición del hombre de Vitruvio y cierro los ojos. El chamán, distante, pasea concentrado el hisopo por la silueta de mi cuerpo, proporciona su bendición definitiva y me regala media sonrisa a modo de felicitación. Purificado al fin, mi gozo es inmenso.

La verdad es que los controles de entrada a los juzgados se han convertido en algo insoportable.

 

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