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Giovani Mendoza 

Cuando repicó el teléfono sabía que era Michel. Yo acababa de leer el artículo que apareció esa mañana en la prensa. Una ola de quejas y súplicas se dejaron oír al otro lado del auricular. La voz parecía distante, no geográficamente sino en tiempo, como si me llamara desde una época remota. Yo escuchaba pacientemente, guardando un respetuoso y casi luctuoso silencio. Como otras veces, me pidió que tomara su caso y lo representara una vez más. Programar una cita con él era vital, teníamos el tiempo en contra. Ya la audiencia preliminar estaba fijada. Yo dudé, por un momento vacilé. Estaba ya cansado de salvarle el pellejo a un pedófilo manifiesto que se escuda en su fortuna y abolengo. Pero luego vi la notificación del banco sobre el escritorio. Acordamos vernos para almorzar y comenzar a armar la defensa.

 

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