Imagen de perfilLos sueños falsificados

Elena María López Blanco 

El color del mediterráneo envolvía mis sentidos. Di una vuelta por la feria. Y allí estaba ella, con sus perfumes. Sentí el aroma de los sueños falsificados de las noches de verano. No podía revelar que me había llevado hasta aquel puesto, un acta, un documento privado, pendiente de firmar.
Si mirada era la misma, su instinto protector del clan familiar permanecía imperturbable. Como si no hubiese pasado el tiempo. Como si en aquel puesto de perfumes y cremas falsificadas todo permaneciese igual.
Adela se dirigió a mí en forma cariñosa, consciente de que aquel no era un lugar al uso para abordar asuntos de esa naturaleza.
Me alejé de su mundo a través de las calles empedradas que me devolvían a la realidad del mío. Las terrazas bullían a esa hora. Llegué al despacho, recuperé el aliento y me sumergí en una nueva demanda, a pesar de ser agosto.

 

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