Sobreseimiento definitivo
Mikel Gabilondo Batiz · San SebastiánSonó el móvil y no lo cogió. Miró el número y volvió a dejar el teléfono suavemente sobre la cómoda de caoba como si de una ofrenda floral se tratara. No quería que aquella llamada fuera la causa de otra discusión con la fiscal.Sabía que no habría argumento de defensa posible y que no cabría el sobreseimiento, como con la fotografía encontrada en la cartera. Ella estaba en la cocina, podía oir el cuchillo afilado cortando rítmicamente la cebolla.La fiscal lloraba… Volvió a sonar.No pudo resistirse y contestó bajito…muy bajito, mientras un hilo de sangre y vida se le escapaba por la espalda desde el cuchillo del que colgaba su esposa: la fiscal, viuda, más joven del distrito.