La sala de vistas
CRISTINA RUIZ Lí PEZ · MADRIDLa sangre no le llegaba al cuello. Ese día pudo dormir hasta con la toga recién comprada puesta. No lo recordaba. El sitio más parecido a una sala de vistas en el que había estado era aquel chiringuito de su pueblo donde su abuelo se reunía con sus amigos. Aquel senatus populusque rural entre partidas de dominó y aspavientos con las manos exponían su más alto sentido de lo común y se erigían como legitimarios de un poder de arbitraje, simbólico, ficticio y rotundo. Cédula de citación en mano. Nudo de nervios en la garganta. Aferrada a su carpeta de documentos, facturas, tickets y hasta post-it probatorios, intentaba asemejarse a aquella mujer tranquila, feliz y serena que aparecía en su documento de identidad.