Es broma
Leticia Hernández Juárez · Majadahonda (Madrid)Mi padre, abogado. Mi madre, abogada. Mi tio-abuelo, abogado, mi tía, abogada y así varias generaciones que me preceden. Por tanto, en mi código genético, antes de definirse el color de mis ojos o de mi pelo, debió de definirse la profesión: «Estamos dando forma a una abogada». Crecí entre formularios de recursos de suplicación, el plazo de contestaciones a demandas, reclamaciones de cantidad por reintegro de haberes impagadados y otros términos legales, pero salí rebelde y amenacé con hacer huelga de hambre si me obligaban a estudiar derecho.Un día, después de un bachillerato de ciencias puras, mientras tomábamos el postre en una celebración familiar,anuncié: «He decidido que voy a estudiar derecho». Se hizo un silencio total, todas las miradas se fijaron en mí y cuando una sonrisa comenzó a dibujarse en la cara de mis padres y demás parientes juristas, espeté: ¡Es broma! ¿Mi profesión? Adivina, avezado lector.