Un juicio equivocado
Mª Carmen Gómez Mirumbrales · VitoriaSalí del bufete para desconectar y me fui a correr por la playa. Mientras corro, no pienso y ese día, más que nunca, necesitaba lograr ese vacío en mi interior. La resaca había dejado un número incalculable de objetos esparcidos por la arena y yo los sorteaba ágil, sin perder el ritmo. Al principio no la oí, pero de repente y sin ningún esfuerzo, la llamada de socorro penetró en el limbo mental que había logrado. Lancé un juramento y busqué de dónde venía. A lo lejos, distinguí a una chica corriendo despavorida. La perseguía un grupo de gente. No entendía nada, pero parecía que necesitaba ayuda, así es que corrí hacia ella para auxiliarla. Cuando estaba a pocos metros, percibí algo que hasta ese momento no había visto: una gran cámara. Fue entonces cuando un energúmeno se interpuso entre ella y yo y mirándome furibundo gritó: ¡¡cooorteeen!!