Caín
Adolfo Barrientos Fernández · MálagaEl juez Lucca Balzano, mi padre, era de todo menos mentiroso. Por eso cuando insinuó que el único recurso que me quedaba para salvar la vida era contarle quien había matado a mi hermano, le contesté fríamente: “Fui yo, cerca del viejo puente románico. Recuerdo que el cielo estaba nublado y a lo lejos, inocente de todo, un campesino escardaba la tierra en un campo de calabazas”. Mi padre me miró en silencio y ambos esbozamos una sonrisa desganada, conscientes de que los dos estábamos mintiendo a medias. Yo, por amargarle el resto de sus días y él, para seguir adelante con la sentencia de mi muerte.