Su última sonrisa.
Sara Sisa CuraLa independencia de su profesión era un arma de doble filo: libertad y sujeción al mismo tiempo. Y con esa premisa tenía que hacer equilibrios, entre el argumento humano y el jurídico. No le valía una zarandaja cualquiera, la precisión era su punto de apoyo, su lema.
En estas lides, batallando por la iustitia, aprovechar los medios del Derecho procesal era todo un arte que dominaban los grandes juristas a los que tanto admiraba. En sus tiempos de aspirante reproducía como un disco rayado los preceptos, pero a la hora de la verdad los había aprendido de sus mentores, de sus compañeros, proceso a proceso. Eso le había convertido en el gran jurista que era hoy, querido, reclamado y respetado.
Se descubrió rememorando cada momento, recorriendo ese largo camino, y despertó. Rodeado de toda su vida, de su legado, les regaló su última sonrisa.
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Excelente microrrelato