PATRICIA DURÓ ALEU

Microrrelatos publicados

  • TAN SIMPLE... Y TAN COMPLICADO

    Cité a ese cliente del turno de oficio a la hora de la sobremesa. Mi intención era preparar su mejor defensa, sin embargo, me llevé un rapapolvo de mucho cuidado: “Lo hacen ustedes a propósito”, soltó de sopetón. “Montan ese circo con sus TOCAS y sus PUNTILLAS, con su LAVINIA y sus CACAREOS, con esos AUTOS que nadie conduce que son CAUSA de no se sabe qué”. Yo le escuchaba asombrado. Ese infeliz, cliente asiduo del palacio de justicia, sospechoso por enésima vez y protagonista indiscutible del asunto, asistía a juicio sin enterarse nunca de nada. Convencido de lo acertado de sus reprobaciones, de que nuestro anacrónico lenguaje era enrevesado, de que la justicia debía ser comprensible para todos, me propuse hacer pedagogía, simplificar mis alegatos y definir a cada cosa por su nombre común. De eso hace ya quince años, y aún sigo intentándolo. ¡Tan simple… y tan complicado!

    | Enero 2018
     Participante
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  • DOS CAMINOS

    Fui la gran decepción de mi madre cuando me pillaron con esas papelinas. Llevaba tiempo navegando a la deriva en la cesta de un globo que acababa de pinchar, enviándome sin remedio de cabeza a una prisión. No fue fácil, pero el tiempo en una celda da para mucha auto-reflexión, y toda condena tiene fecha de caducidad: tras seis años y un día, salí rehabilitado y licenciado en derecho. Las puñetas de las togas que me juzgaron me mostraron dos caminos convergentes: el que había dejado atrás y el que me animé a seguir, como caras de una única moneda. Limpio de antecedentes, ejerzo hoy de abogado penalista, defendiendo a individuos como yo. No los prejuzgo ni menosprecio; trato de recordar en todo momento de dónde he partido. Y si alguna vez lo olvido, los tatuajes que conservo bajo mi toga me lo recuerdan. Por eso no pienso borrarlos nunca.

    | Enero 2017
     Participante
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  • MI TURNO

    Fue un matón de patio de escuela. Practicaba artes marciales; lo recuerdo con un escalofrío cascando nueces con los nudillos. Su popularidad creció de forma inversamente proporcional a la mía, y pronto me convirtió en objeto de sus desmanes: al menor incidente, me volteaba con una de sus llaves y estampaba mis gafas contra el suelo. Yo era el renacuajo; el que nunca jugaba al fútbol por temor a los pelotazos; el que sabía todas las respuestas, pero fingía ignorarlas para no destacar. Hasta ayer, desconocía que se hizo abogado. Me sorprendió su torpeza, el nerviosismo con el que rebuscaba entre los papeles de su carpeta, su informe balbuceante y deshilvanado… Me fijé en sus sienes cuando concluyó: le hubiera venido bien una toalla… Esbocé una sonrisa. El patio de escuela se transmutó en Sala de Vistas; la retórica determinaría la victoria, y ahora era mi turno: con la venia…

    | Agosto 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 15

  • EN ALGÚN RINCÓN

    La panorámica era limitada desde su mecedora: la copa de un olmo, a la izquierda; al frente, una pantalla de televisión. Sin conciencia del paso del tiempo, ni del cambio de estación, ni de la identidad de quienes acudíamos a visitarlo, parecía envuelto en una nebulosa infranqueable de desmemoria. Velaba sus recuerdos un alzheimer que actuó como un eclipse despiadado; y cada jornada, pese a ser idéntica, le era tan extraña como la anterior. Aquella tarde, sin embargo, ocurrió algo. Le vi adoptar una postura erguida; fijar una mirada lúcida en las imágenes retransmitidas por una cadena local. Captó su atención la Sala de Vistas, el aplomo de los letrados exponiendo de forma gráfica sus argumentos, la negra espesura de las togas… Balbuceó un “con la venia” que me dejó sin aliento. Entonces supe que, en algún rincón de su oscura memoria, se atrincheraba imbatible el gran abogado que fue.

    | Julio 2016
     Participante

  • CON LA TOGA PUESTA

    Le costó convencerse, pero las razones para la renuncia, eran imbatibles: “Papá, las leyes cambian; te cansas en los juicios; ya no oyes como antes; te entra sueño...” Él, sólo acertó a darles una: “Es mi vida”. Fue su forma de sintetizar una vocación temprana, que germinó como el trigo y lo llevó a convertirse en el mejor. Ahora, conseguían, por fin, que admitiese su derrota sin frases elocuentes ni retórica: con un simple asentimiento de cabeza. Antes de delegar en sus dos vástagos, quiso, no obstante, ligar una última defensa, a modo de despedida. Y fue durante las preguntas genéricas a un testigo, cuando aconteció lo que muchos habían estado temiendo: palideció de repente, se aferró con ambas manos a su histórica toga y, en un último alarde combativo, vociferó: “¡No me desvistan! ¡Me iré de este mundo adecuadamente ataviado para mi defensa!”. Luego, se desplomó sobre sus papeles.

    | Mayo 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • PASANTÍA CERVANTINA

    Convertido en aspirante a letrado, inicié mi andadura profesional como pasante en el bufete de don Alonso “el invencible”. Entusiasmado, me vi a mi mismo enarbolando códigos y defendiendo, con idealismo quijotesco, causas perdidas. “¡Déjese de zarandajas!”, espetó él mi primer día: “¡De momento, a ordenar expedientes!”. Cual fiel escudero, aprendí a compaginar mis tareas acarreando legajos capaces de provocar hernia de disco con el atento escrutinio de su trabajo: su estrategia procesal infalible, su impecable oratoria, su independencia… Cuando lo visité en el hospital tras sufrir un infarto no imaginaba que me emplazaría, índice en alto, a sustituirle al día siguiente bajo la arenga de “¡adelante, llegó su hora!”. Con un sudor frío le di mi palabra y, tras pasar la noche en blanco revolviendo papeles, me atavié mi primera toga para hacer el milagro: Sancho Panza derrotó al molino, y jamás olvidaría las enseñanzas impagables de su Quijote.

    | Marzo 2016
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 1

  • ALGO MÁS FUERTE

    Tras licenciarme en derecho e iniciar mi andadura profesional, sentí un orgullo sin precedentes. El sentido de la justicia había germinado tempranamente en mí, y la posibilidad de intervenir como letrada en el elevadísimo fin de hacerla efectiva se me antojaba un preciado desafío. Con la certeza de querer dedicar mi vida a ello, invertía largas jornadas en el estudio de cada caso, y buena parte del tiempo libre en mi formación. Mi motor: el convencimiento de que el orden jurídico se articulaba alrededor del ser humano, como eje vertebrador. Llegaron, entonces, las imágenes de los desheredados, desplazados por la guerra en huída hacia ninguna parte; las peticiones de asilo y el consiguiente regateo de los países de mi entorno confortable; el cierre de fronteras y la muerte feroz de quienes trataron de esquivarlas. Algo en mi interior me impulsó a abandonar… pero algo mucho más fuerte me mantuvo firme.

    | Octubre 2015
     Participante
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  • EL MIMO DE LA TOGA

    “Todo sueño frustrado requiere de un plan alternativo”. Ese era el pensamiento de Leandro cada mañana mientras se maquillaba, se ataviaba la toga y se dirigía a la Rambla para ocupar su puesto entre el cowboy del lazo y Sissi Emperatriz. A cada euro que iba a parar a su birrete de fieltro le seguía, código civil en mano, la escenificación de un alegato y una rocambolesca reverencia, sobre un cajón de fruta transmutado en estrado. “Jamás pensé que mi futuro fuera a ser éste”, se decía recordando sus estudios de derecho. Al final de la jornada, recorría de nuevo la Rambla de regreso. Lo vi arrastrando su raída toga sonriente, seguramente satisfecho por haber podido ocupar la vía pública durante unas horas sin sufrir el decomiso de las ganancias por parte de sus vecinos… O tal vez por haber dado, una vez más, cumplido testimonio de su verdadera vocación.

    | Febrero 2015
     Participante
     Votos recibidos por la Comunidad: 2