CON LA MIEL EN LOS LABIOS
MAYTE CASTRO ALONSOCon motivo de las fiestas navideñas, llegó una cesta al despacho sin indicar si era para mi socio o para mí. Ninguno de los dos quiso ceder ante aquellos delicatessen que asomaban clamando su propiedad, por lo que decidimos dirimir el conflicto judicialmente. Yo sabía que el juez asignado escondía un tatuaje bajo sus puñetas así que el día del juicio me presenté con mis botas Martens recuerdo de mi agotada y rebelde juventud en un intento de crear un vínculo de complicidad. Su Señoría declaró la caducidad del recurso alegando que era Nochebuena y que la cesta debía de haberse repartido con anterioridad a ese día. La cara de decepción que se nos quedó a mi socio y a mí no fue por el fallo, sino porque el juez se llevó la reluciente cesta y nos dijo con sonrisa maliciosa que se la quedaba en depósito como medida cautelar.