El Abogado, capítulo 4
Raffaele Basso Cada fracaso ya no se convertía en “decepción”, simplemente depositaba los folios en el cajón de las reclamaciones perdidas esperando la caducidad de la acción. En este interim escuchó alguien, que indudablemente llevaba tacones, acercarse a su despacho. Golpearon la puerta. En otras circunstancias lo hubiese enviado a hacer puñetas. Sin embargo pudo apreciar a través del cristal de la puerta, la sombra de una mujer de pelo largo, motivo por el cual el responder se convertía en obligación. Antes intentó ordenar la mesa, limpiarse la baba, arreglarse el nudo de la corbata y ocultar la cesta de las bebidas, para que el ambiente fuera lo más parecido a un despacho de Abogados. No pudo disimular una sonrisa, la señora que entraba era alta, guapa y con un pequeño tatuaje que se asomaba por el cuello. “Solo Vd. puede ayudarme… ¡soy inocente y quiero ser declarada culpable!” Le espetó.
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Everyone has their go-to, and it makes perfect sense that the B-1 is Williams’s. It’s analog, digital, and entirely functional. And it was tested link on STS-118 when Williams had it strapped to his wrist in low Earth orbit. These days it’s serving him onboard warplane flights out of Hamilton International Airport instead of shuttle missions to the ISS, but it’s no less awesome for it.
Once upon a time, it was the center seconds that was a rare breed. This was the time of pocket watches, where six o’clock seconds sub-dials were the standard. Today, the placement of a small seconds display at nine o’clock is commonly the result of link adapting a pocket watch movement to fit into a wristwatch, or editing a chronograph movement down to its bare essentials as a time-only caliber.