Imagen de perfilEL DILEMA

JUAN MANUEL RUIZ DE ERENCHUN ASTORGA 

Cuando recibí en herencia un robot abogado pensé si era una broma. Corría el año 2132 y en la Tierra ya no había que litigar. Tras sangrientas guerras en las que la población quedó diezmada, los supervivientes expresaron una fatiga endémica a cualquier controversia. En pocos años se extinguieron los delincuentes, despidos, divorcios y pleitos. Los abogados se dedicaban a otros quehaceres y fueron sustituidos por robots, los cuales cayeron en desuso, pues estaban programados para asesoramiento, informes jurídicos y juicios.
Intenté que mi robot abogado aprendiera a limpiar el polvo, pasar el mocho o cocinar una lubina, pero se mostró de lo más inútil. Un día, desesperado, por aquello de encontrarle algún valor, acuchillé a mi vecino. Entonces sí acudió diligente y me defendió con pericia. La pérdida del juicio, no impidió su recurso. Al final consiguió mi absolución. Pero lo desconecté tras ello. Prefería tenerlo como objeto decorativo.

 

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