La tierra de nuestros padres
JESÚS LLOP PUIG A su muerte, mi bisabuela María legó el herreñal a sus cinco hijos. Uno de ellos era mi abuelo Miguel, que por entonces aún no sabía que la herencia sería un pequeño lío. Y no porque les diera por litigar ni nada parecido, no. Sencillamente, no había forma de que se encontrasen para hablarlo. Estábamos en 1970 y no acechaba ningún peligro de pérdida de valor de la propiedad. Pero los cinco hermanos, que ya rondaban los sesenta, empezaron un día a pensar que tal vez no fueran a vivir siempre. Al final, ya por fatiga, contrataron a un abogado. “¿Qué es un herreñal?” fue lo primero que preguntó. “Un campo de forraje”, contestó mi abuelo. El letrado medió, ponderó, aconsejó…No hubo manera. Cuando ya empezaban a enfadarse, el ayuntamiento les hizo una oferta.
Mi abuelo Miguel descansa en su pueblo: Cementerio del Herreñal, tumba número 17.
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Buena historia.
Suerte!!
Muy amable, Quique. Gracias.
Y suerte a todos.
Hola, Jesús.
El herreñal se convirtió en cementerio municipal. Bien tejida la peripecia. Enhorabuena. Un abrazo.
Muchas gracias, Eduardo. A veces uno entiende su historia pero no consigue que la entiendan los demás. Tus palabras me animan.
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