El beso
Paloma Hidalgo DYo seguía rumiando mi enfado con él cuando se pusieron en contacto conmigo desde el juzgado. Al parecer, solo yo estaba disponible para llegar hasta el escenario de un posible crimen. Al subirme al coche, con todo, decidí llamarle, aunque como solía hacer últimamente, no respondió. Por supuesto, mi querido marido, el abogado de moda entre el famoseo, estaría ocupadísimo tratando de documentar algún caso con algo turbio, obsceno, que justificara su abusiva factura cuando ganara la demanda. Llegué al lugar, y antes de salir del coche le escribí un whatsapp duro, de ultimátum, con flores como que no le iba a perdonar nunca. Y diez minutos más tarde le descubrí allí, en el cuerpo de aquel hombre al que le habían robado el reloj, la cartera y las llaves del coche tras coserle a navajazos y me odié por negarle el último beso aquella mañana.