LA OSA MAYOR
Manuel Jose Diaz PorteroPlaneó el escenario perfecto para conjugar el verbo perdonar y durante la velada pude documentar todas sus mentiras, sus engaños. Sus palabras gastadas de tan pronunciadas me arrastraban a la indiferencia. Una llamada, pactada con una colega, me salvó de los restos del naufragio.
Durante años habíamos compartido despacho. Pasamos del estado sólido al gaseoso, de los apasionados besos a los hirientes silencios.
Su último cohete, regalarme un oso de peluche gigante. Tenía unos ojos vidriosos como los de un abogado al final de una jornada de turno de oficio que me intimidaban. Era inabarcable como el sumario de un procedimiento de responsabilidad patrimonial. En cuanto pude lo alojé en el contenedor de ropa de un punto limpio.
Su actitud desembocó en abusiva. El contacto más reciente que he tenido con él… una denuncia por delito de abandono de animales ¡¡Miserable!!