INSTINTO DE CONSERVACIÓN
Ana María Abad GarcíaMi memoria ya no era la de antes: era preciso afrontar la penosa realidad y tratar de proteger los conocimientos que aún quedaban en este decadente cerebro mío antes de que se evaporasen por completo. Me tumbé en la camilla, dejé que la enfermera me conectase al estrafalario aparato y traté de relajarme. Debí quedarme dormido y, al despertar, me sentía raro; entrar en calor parecía imposible y no notaba los dedos de las manos ni de los pies. Un pensamiento efímero cruzó por mi mente: habían volcado mi ser en una máquina y yo ya no era Yo, sino una Inteligencia Artificial con mi consciencia intacta y toda mi vasta erudición legal. “Bobadas”, pensé, seleccionando una carpeta y procediendo a despachar decreto tras decreto a velocidad pasmosa, arrullado por el leve zumbido de fondo de mis circuitos en el interior de mi flamante carcasa metálica.
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Eso que cuentas lo veremos algún día (si no nos extinguimos antes). Mis felicitaciones por el relato, Ana María.
Muchas gracias Ignacio. Espero que aún tardemos en extinguirnos lo suficiente como para ver muchas cosas. Saludos.
A ti no hay quien te resetee :))
Un abrazo, Ana María.
Jajaja, gracias Margarita. Más que un reseteo ha sido, en realidad, un trasvase: renovarse o morir, que se dice. Besotes.