Gajes del oficio
Marta Barbosa Orellana · MadridNos separaban seis metros de silencio y cientos de penitentes. Ellos manchaban el asfalto con la cera de sus cirios, y yo estaba tranquilo: los nazarenos me tapaban. Pero me equivocaba. No cabía la menor duda, su expresión le delataba: me había reconocido. Y cuanta más concentración intentaba reflejar en mi rostro sobre la procesión que pasaba por la Alameda, más observado me sentía. Debía de haber cogido aquel boleto con asiento reservado que me habían ofrecido para la carrera oficial… así hubiera evitado a cualquier cliente pesado. Me preguntaba si sería capaz de importunarme con cuestiones acerca del negocio… me respondí rápidamente que sí. Y, por un momento, me imaginé sentado ante mi mesa de despacho en medio de la Alameda principal, con un bonito traje y un cartel que decía: Abogado de turno de oficio, consultas gratis.