Día de nieve
Pilar Gil Guijarro · MADRIDDos diablillos en pijama me encuentran dormida sobre la mesa del despacho a las ocho de la mañana, me dan besos y abrazos y me arrastran a la cocina, el desayuno listo, unas flores recortadas en papel y las botas de nieve en la puerta. Intento sonreír y mezclarme entre las vocecillas revoltosas, pero el dichoso pleito no se me va de la cabeza. No encuentro la clave para desurdir la trama, entre comisiones, sobornos y prebendas, los más visibles en el artificio son los menos culpables. Papi baja alegre, con el jersey de lana que mejor le sienta. ¿Y si mando al cliente a la hoguera aunque sea inocente? Se me frunce el ceño cuando le digo: por fin me pagaron el turno, no preparo bocadillos, creo que os dará para el menú del día.