Imagen de perfilDÍA DEL PADRE

FRANCISCO JAVIER LACOSTA GUINDANO 

Cada día regreso muy tarde del despacho. Sigo en el turno de oficio. Pura vocación. Disfruto defendiendo a tanto maltrecho. Mi cónyuge, también abogado, me reprocha mi excesivo ritmo de trabajo y mi baremo de prioridades.

Pero soy buen padre… Tenemos dos hijos. A cual mejor. Alguno será Letrado. Ya 16 años tiene el mayor. Lo veo poco pero es comprensivo sobre mi escasa custodia.

Mañana tengo una vista en un Juzgado de Menores. Un adolescente desgraciado de cualquier barrio desgraciado, a quien su padre seguro no supo impulsar bien su columpio. Un hurto de algún dinero en una parroquia, denunciado por quien dice ser su párroco o su vicario.

Llego al Juzgado. Ignoro el nombre del chico y entro en la sala de espera. Localizo al menor.

Mi cliente es mi hijo.

 

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