EN EL AIRE
ÁNGEL SAIZ MORANo era el único hijo de una pareja rota, pero pocos tenían ambos padres abogados, especializados en divorcios. En aquel contencioso, al dolor por la situación familiar se unía la rivalidad profesional.
La custodia del muchacho fue motivo de litigio. El chico, desamparado, solo hallaba consuelo con sus abuelos y en un columpio de barras rígidas. A medida que sus progenitores incrementaban la pugna él subía el ritmo y se atrevía a ponerse de pie, a soltarse una mano y hasta a dar vueltas completas. Se acostumbró a vivir sin apenas apoyos, en permanente acrobacia.
Sus abuelos desempeñaban un papel vicario fundamental al sustituir a sus padres, demasiado ocupados en destrozarse. Ellos le apuntaron a una escuela de circo. Cuando, años después, un periodista le preguntó cómo había superado el baremo más exigente, hasta convertirse en el mejor trapecista del mundo, dijo que se lo debía a su familia.
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Ángel, un placer coincidir contigo por aquí.
En ocasiones las circunstancias, por adversas que sean, sacan lo mejor de uno y a tu protagonista lo han convertido en el mejor trapecista del mundo. Muy buen relato.
Un abrazo enorme y un voto.
A la alegría de estar se une que también estás tú. Ahora paso, encantado, a leerte.
Ante las dificultades solo queda dejarse vencer o plantarles cara y crecer.
Muchas gracias, Javier
Un abrazo grande
Holaaa, Ángel!!!
Muy buena acrobacia argumental. Y un cierre redondo que te lleva a realizar un repaso mental del relato.
Un abrazoooo grande.
Ya que hay que hacer acrobacias para sobrevivir, al menos, hacerlas lo mejor posible para hacer (valga la redundancia) de la necesidad virtud, de las dificultades, oportunidades.
Muchas gracias, Amparo
Otro abrazo grande para ti
Qué bueno Ángel! Hemos coincidido en la pirueta de un niño para elevarse sobre las discusiones paternas. Mucha suerte y un fuerte abrazo
Coincidir contigo es un placer en cualquier circunstancia: Nuestros personajes pueden parecer semejantes en esencia, pero son muy diferentes. A mí me gusta mucho tu relato.
Muchas gracias, Jero y otro abrazo fuerte para ti, campeón
Gran relato, Ángel, as usual.
Abrazo.
Muchas gracias, Rafa, aunque yo nunca las tengo todas conmigo con lo que escribo, todo lo veo siempre «en el aire».
Gracias otra vez y un abrazo
Hola, Ángel.
Tras un trasfondo tristísimo, aunque habitual, un muchacho consigue sobreponerse y tirar hacia delante. Ese mérito es suyo y solo suyo (bueno, quizá también de los abuelos, esos que siempre están para todo).
Muy bien encajadas las palabras y con un mensaje muy bonito.
Felicidades, ‘mostro’.
Un abrazo grandísimo y toda la suerte del mundo.
Los abuelos, esas personas en la sombra, que huyen del protagonismo, pero son siempre indispensables. El resto, como bien dices, fue mérito del muchacho, que supo sobreponerse a todo. Un superviviente y un luchador.
Muchas gracias, Towi
Otro abrazo enorme y mucha suerte también para ti
Enhorabuena, Ángel. Creo que has expresado de una forma brillante la magia de la superación. Mi voto… y un saludo.
Quien desde la infancia aprende a lidiar con lo más difícil, tiene todas las papeletas para ser un adulto de los que llegan lejos.
Muchas gracias, Benjamín.
Un saludo
Muy bueno, Ángel.
Un abrazo.
Hola, Margarita, cuánto bueno por aquí.
Me alegro de que te guste.
Gracias por tu visita y un abrazo
Hola, querido amigo.
Un texto magnífico que me trae a la mente la película Kramer contra Kramer. So capa de un título muy apropiado, que abarca a los padres como al hijo. despliegas una narración que no decae en ningún momento y que nos deja por corolario que no hay mal que por bien no venga. Esa ironía de las palabas final me encanta. Mi más muy mayor enhorabuena y un abrazo entrañable.
La pugna de unos padres es sin duda traumática para un hijo, pero también un motivo de superación. si es capaz de dirigir bien sus sentimientos y con ello, su vida.
Agradezco mucho tu visita, tu comentario y tus amables palabras.
Un abrazo fuerte, Eduardo
Para mí, Ángel, que el chico se lo debía todo efectivamente a su familia, incluso por genética, porque los abogados son por naturaleza trapecistas: a veces los alegatos son auténticas piruetas dialécticas, y más de un picapleitos anda por la cuerda floja (y sin red abajo).
Suerte y un voto más.
El chaval supo lo que era luchar desde el principio, permanecer en un difícil equilibrio en el que hizo lo posible por sostenerse. Tú sabes bien que los abogados son luchadores que buscan resquicios donde a veces ni los hay, para salir airosos.
Gracias y un saludo, Manuel
Es un relato de sublimación; una vida acrobática en todos los sentidos. Bravo y suerte.
Cuando alguien está obligado a vivir en la cuerda floja solo puede caer o hacer del mantenerse en equilibrio un arte.
Gracias por tu comentario y un saludo