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María Gil Sierra 

Regreso de Estrasburgo. Últimamente vivo en los aeropuertos. Suena el móvil. Es Ana, mi antigua profesora del insti. Ella me dio la oportunidad de labrarme un futuro. Me llama para felicitarme por mi nombramiento en el Comité contra el Racismo y la Desigualdad. Siempre habla en positivo, pero algo le preocupa. Sé que es por sus alumnos. Por la brecha que existe entre ellos según sus etnias. Le propongo darles una charla y acepta feliz.

Antes de entrar en clase me habla de Alondra. Dice que le recuerda a mí.
— ¿Quiere estudiar derecho?—le pregunto.
—No, va a dejarnos para encargarse de su casa. Que, como gitana, es su obligación. Ya sabes.
¡Me duele tanto! Si abandonan los estudios, no conseguiremos que la sociedad acomodada deje de discriminar al diferente. Pero sonrío al pasar al aula.
-Buenos días, chicos —les digo—.Soy abogada. Soy mujer. Y soy gitana.

 

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