Imagen de perfilCUESTIÓN DE PERSONALIDAD

Aman L. Lordén 

En aquel pueblecito siempre hubo refriegas entre sus habitantes, aunque nada relevante. Nada igual a lo sucedido meses atrás. Una joven estudiante había sido asesinada brutalmente.

Simón Rodríguez, mi cliente, un ser apacible, débil y con apariencia de no poder matar a una mosca, era el acusado. Él insistía lastimero en su inocencia. A pesar de que las pruebas le incriminaban, parecía imposible la conciliación entre la personalidad de ese individuo pusilánime e indefensivo y la de un asesino.

El juicio fue un suplicio para él. Mis interrogatorios le atemorizaban, pero las preguntas del fiscal le suponían un infierno. El último día, tras haberle apretado en extremo, se desvaneció. Y de pronto, con una furia inusitada, salió de su interior, Matías, una bestia asesina que cobró vida ante la atónita audiencia.

Sentencia: culpable. Pero para Simón, la peor condena era vivir con Matías en un mismo cuerpo.

 

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