EXPIACIÓN
Ana Isabel Velasco OrtizMe detengo en la puerta del edificio, cierro los ojos, evoco su imagen, respiro hondo. Es una especie de ritual, de conciliación interior que me trae la calma, que me permite vivir con menos amargura.
Le quise desde el primer encuentro en la facultad. Él, soñaba ser abogado y yo, soñaba con él.
Terminó por ejercer junto a otros compañeros y defender sin descanso los intereses de obreros y sindicalistas.
Esta era la pasión que le definía. Daban igual mis reproches por tanta ausencia y poca dedicación.
Me ganó el enfado y decidí no acudir a la cita. Dicen que esperó en la barra del bar entre impaciente y resignado. Luego, regresó al despacho.
Lo que queda son esas imágenes que se sucedieron en televisión, su nombre entre los asesinados y la condena de esta ausencia que me lleva una y otra vez al número 55 de la calle Atocha
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Si pudiéramos volver al principio, ¿verdad?
Saludos, Ana Isabel
De verdad sería todo un regalo de la vida poder volver… Un abrazo.
Un recuerdo siempre necesario. Muy buen relato. Enhorabuena, mi voto y un saludo
Gracias Nicolás. Hay hechos que deben recordarse. Es lo justo. Un abrazo.
Precioso relato, Ana Isabel.
Aquellos abogados encarnaron los valores de la profesión, como los encarnó el decano Antonio Pedrol al asistir, togado, a su entierro; sintiéndose compañero de ellos, ante todo.
Mucha, y buena, suerte.
Muchas gracias Manuel. Pienso como tu hay hechos terribles que deben ser recordados por muy tristes que sean y desear que no vuelvan a repetirse. Un abrazo.
Me encantaría poder retroceder ese tiempo.
Buenísimo, Ana I.
Un abrazo gigante y suerte con él
Gracias por tu comentario. A mi también me gustaría retroceder en el tiempo para vivir ciertos momentos más intensamente, más consciente. Menos mal que nos queda el recuerdo. Un abrazo.