Imagen de perfilPAZ PARA UN DESERTOR

Inma Polo Gil 

El peso del rencor que soportaba Fyodor era proporcional al de congoja por su condena. Cuando la conciliación internacional falló, le enseñaron que no podía negarse a tomar las armas contra sus iguales, aun contra el país vecino. Él prefería morir a vivir subyugado, teniendo que cargar con vidas inocentes. Desde el interior de la lóbrega celda de aquella prisión militar en Moscú, se oyeron pasos acercándose. Su hermana Katerina, abogada, venía de Kiev a defenderle en la corte marcial. Venía acompañada de dos funcionarios, armada solo con un maletín y un código bajo el brazo. Comprendí realmente a qué venía, cuando abrió el maletín y vi un frasco con un sospechoso líquido escondido en un doble fondo.

 

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