Imagen de perfilVecinos a la fuerza

Berto Vallejo 

Pyotr, el vecino ruso del cuarto piso, recordaba con nostalgia la gran casa de campo en la que había crecido de niño, y sintió el impulso irrefrenable de pasar a la acción. Sin consultar a nadie procedió a agrandar el interior de su apartamento echando abajo la pared del comedor. Pensó que igual a su vecino Zhenya le encantaría ser anexionado a la familia adyacente. Vivir juntos y en armonía, aunque fuera un poco a la fuerza, no podía parecer más prometedor. Al oír los primeros golpes, Gutiérrez, el abogado del ático, les propuso un procedimiento de conciliación para no ir a mayores. Todo fue inútil. La condena por parte de la comunidad no se hizo esperar, pero pese a las suplicas del bueno de Zhenya y a los lamentos de su mujer e hijos, los vecinos se limitaron a pasarle un destornillador por el patio de luces.

 

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