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Héctor Seco Rovira 

Tras años de segundona en un bufete, cansada de compañeros cogiendo los mejores casos, de ganar menos por esa brecha que sus jefes negaban en aquella oficina, de compañeras renunciando por no poder conciliar trabajo y familia, María se lanzó.
Fundó un bufete especializado en injusticias por género. Las clientas no pagaban. Sobrevivía de victorias, que además iban reconstruyendo y presionando la sociedad. Hasta incluso copar portadas de medios y empezar a influir en la forma de legislar.
Aquel caso era trascendental, daría su salto definitivo de reconocimiento internacional. Pero en un receso salió corriendo hacia el aseo.
Una segunda línea violeta empezó a vislumbrarse sobre el predictor que sostenía encerrada en el lavabo.
La emoción la hizo la mujer más feliz en aquel momento. Paradójicamente, a pesar de traer otra persona a este injusto mundo, no pudo evitar murmurar un deseo; Ojalá seas niña, ya tengo pensado tu nombre.

 

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