En un juzgado de La Mancha
Gema Fanjul FanjulMe lo encontré envejecido y enjuto, 20 años después de dejar la academia de judicatura, canoso, con bigote y perilla. Se rumoreaba que las horas de estudio del programa de oposiciones le habían dejado secuelas, pero conservaba su vehemencia en la defensa de las causas injustas, el afán de ayudar a los que el llamó “menesterosos”, su punto de locura, su carácter soñador. “Me voy al juzgado, tengo un informe final ¿me acompañas?” me preguntó “Será pan comido. Defiendo al dueño de una venta en Montiel, expropiada para instalar unos aerogeneradores”. Mis dudas se disiparon cuando, tras tomar la palabra, se caló en la cabeza una bacía de barbero, se abalanzó contra el estrado contrario y mientras con el escudo sacudía al abogado de la empresa de aerogeneración, cortó las puñetas del Abogado del Estado al tercer mandoble de la espada, al grito de “NO A LOS MOLINOS GIGANTES”.