Imagen de perfilJUNTOS PARA SIEMPRE

Eva María Cardona Guasch 

Me acerqué a ella con premura, sin clara intención de continuidad. Al principio, con mi juvenil despreocupación, todo resultaba entretenido. Cuando requirió más compromiso, la abandoné. No faltaron razones ni excusas en mi argumentario. Se resumían en dos: era demasiado joven para entregarle mi vida y necesitaba otras experiencias. Fui un mentecato, lo reconozco. Y ella, generosa conmigo porque, tras algunos vaivenes intrascendentes, me brindó una nueva oportunidad. Me reconcilié con ella. En parte, porque carecía de opción que me atrajera más. Pero la fui conociendo mejor y, como consecuencia correlativa, la fui comprendiendo y respetando. Sin darme cuenta llegó a absorberme y atraparme. Aprendí a quererla.

Yo, que inicialmente dudé de mis dotes para litigar, ahora sé que me conquistó para siempre y que jamás la dejaré. Resulta complicada y exigente. También apasionante, lo admito. Tanto que ya no imagino la vida sin ella, sin la Abogacía.

 

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