Imagen de perfilCAUSA PERDIDA

Eva María Algar García 

Sus cabellos color canela flotaban desgreñados sobre el agua del estanque. Su ropa, pesada y mugrienta, se mecía elegante al son de la brisa, cubriendo a duras penas el cuerpo inerte de la niña.
Los árboles, testigos involuntarios de lo acontecido, susurraban en la intimidad con voz medrosa, aprovechando que la luz cobarde desaparecía con una rapidez inusual.
Hacía frío. Cerré mi abrigo hasta el cuello mientras observaba fijamente la escena. Resultaba extraño; la satisfacción que hacía un instante me embargaba, dio paso a una enorme decepción, similar a la que sentí una vez que obtuve pésimas calificaciones en mi expediente.
El grito de mi hermana me sobresaltó. Entre sollozos, sacó tiernamente del agua a Sara y me lanzó una mirada inquisidora, al tiempo que emprendía un afligido caminar hacia casa, acusándome de haber ahogado a su muñeca a traición.
Estoy seguro. En esta ocasión será imposible conseguir mi absolución…

 

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