Niños robados
Elba A. Cabo ÁlvarezEn mi nacimiento borraron todos los rastros de mi pasado. Me dijeron que cada día de la vida sería una hoja en blanco. Y en mi caso, así ha sido. Comencé a caminar en otra ciudad, con otra familia, como si quisieran arrancarme las raíces de mi destino. ¿Puede haber mayor traición que quebrar la memoria de una persona?
No supe que contestarle. Era una mujer elegante que arrastraba una tristeza profunda. Me despedí de ella con la promesa de que haría todo lo que estuviera en mi mano.
En la intimidad de mi despacho, abrí un expediente. Introduje los certificados antiguos que contaban la historia de un país.
Recordé los años de universidad. El esfuerzo en los días azules de verano. Reconocí la sensación que me había llevado a estudiar Derecho…. Y volví a repetir la promesa en voz alta, como si firmara un contrato conmigo mismo.
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Hola, Elba.
Una historia la que cuentas muy dura.
Casos así no debieron haberse producido nunca.
Abrazos y suertísima
Hola Towanda,
Muchas gracias por tu comentario.
Totalmente de acuerdo contigo
Un abrazo!
Efectivamente el contrato contigo mismo es a veces lo único motivante en esta proferión. Suerte.
Muchas gracias por tu comentario! Intenté, no se
Muchas gracias por tu comentario! Intenté, no se si con mucho acierto, reflejar dos realidades: Aquellos que crean dramas y los que los solucionan. Hay profesiones que permiten a quien los desempeñan luchar por un bien común. En este caso, compromiso con uno mismo, para defender los valores de cuando se es niño.
¡Un cordial saludo!