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Yván Borjes Hernández 

A inicios de año estaba creando proyectos para mejorar la eficiencia de mi despacho, planificando reuniones, congresos…, hasta las vacaciones. De repente, me despierto una mañana, y las manecillas del reloj se han detenido. En un abrir y cerrar de ojos todo se ha vuelto incierto. Un tal coronavirus ha llegado al mundo a estropear un año pletórico de metas para cumplir. Dentro del confinamiento en casa, donde el ruido que más se oye es el de las alarmantes noticias de la propagación y de la tasa de muertes de la pandemia, comienzo a hacerme preguntas: ¿por qué?, ¿para qué?,… Y me doy cuenta que este virus nos ha puesto al mismo nivel a todos. Que la mejor vacuna para contrarrestarlo es el amor al prójimo. Y que, después de dejar de usar la mascarilla, tendré que realizar importantes ajustes en la manera de ejercer la abogacía.

 

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