El mejor estudiante
Diana García-Longoria López · MadridCada mañana acudía a la facultad feliz, con su andar inconfundible y su dulce mirada. Dispuesto a cumplir con su obligación, tal y como le habían enseñado. La carrera de derecho no debía ser tan difícil, pues aquellos jóvenes que se cruzaba en los pasillos tampoco parecían muy espabilados. Los futuros abogados le miraban con admiración y le cedían el paso. Alguno incluso se atrevía a darle alguna palmadita, y a dedicarle innumerables cumplidos con un tono un tanto infantil que le dejaban perplejo. Pero él continuaba con paso firme hasta el aula sin detenerse. Se ponía en primera fila y al empezar la clase se tumbaba en el suelo a observar. Se sentía afortunado, pues ningún otro animal podía entrar allí y sabía que su dueño se convertiría en el mejor abogado del mundo gracias a él. Ese sería su legado.
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En la cabeza de un perro lazarillo, ayudante inseparable de un estudiante de Derecho, no podemos saber a ciencia cierta lo que sucede, qué engranajes y vivencias se producen, pero para eso está la imaginación. Nadie puede negar que este relato en primera persona (o primer can), con estructura de autobiografía, bien podría acercarse a la realidad. Mérito el del perro, como personaje, pero no menos que el su dueño, que no se amilana ante las limitaciones.
Un saludo y suerte, Diana
¡Muchas gracias por tu comentario Ángel! A veces los animales nos sorprenden con su inteligencia ;)
Un abrazo.
Espero que tu historia prosiga y el brillante abogado visite juzgados variopintos acompañado de su fiel amigo, ganando pleitos fascinantes. No he vivido nunca una experiencia así, pero no me imagino un solo juicio en el que el Juez, fuera de toda lógica y sentido común, no deje entrar al perro. Suerte Diana, tienes mi voto.
¡Muchísimas gracias Francisco Javier! Pues sería curioso conocer el punto de vista del animal en esos pleitos… igual me animo ;) ¡Un fuerte abrazo!