El zarzal

Víctor José Menargues Ramón · Alicante 

Hoy he ido a la capital con mi hijo mediano a visitar a un abogado para consultarle un problema de servidumbres. Ha comenzado por sorprenderme su recibimiento: “¿Es su vástago? Acomódense”… Luego: “¡Cáspita, otra vez el teléfono! Últimamente esto es un vértigo de vida. Discúlpeme. Un paréntesis. Contesto y rápidamente estoy con usted.” (…) “¡Patético!: ese sátrapa de cliente pretendía impúdicamente que anulase mi programa lúdico de mañana sábado. Aunque suelo mostrarme impertérrito, la gente sarcástica con los asuntos jurídicos es capaz de poner histérico al más ínclito abogado. Qué bárbaro, me ha dejado como un carámbano, con la aguja de mi brújula rígida y mi léxico semihuérfano de sílabas. ¿Puede volver el próximo miércoles?”. De regreso al pueblo, me dice mi hijo: —Ese abogado, ¿no le parece un zarzal, padre?: hablando pincha por todas partes. —Hay personas que se ufanan en aparentar riqueza con dinero; otras, cultura con palabras.

 

 

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