EL ABOGADO IMBATIBLE
Guillermo Sancho HernándezDicen que su amuleto es un enigmático reloj digital, que consulta más que el sumario del BOE. Lo deja con parsimonia sobre su mesa del estrado, justo antes de cada intervención, y luego la filigrana del verbo con la que teje su discurso alimenta su leyenda de invicto.
«Mi cliente no representa la corrupción, señoría, sino su valeroso azote: es el hombre que rompió la baraja de los tahúres», dijo para lograr la absolución (por nulidad procesal) de su último cliente. Su defendido era un político «sobrecogedor», según el irónico titular del principal periódico del país.
Hoy, en la sala de vistas, debo enfrentarme al abogado invencible. Antes de empezar le saludo con un apretón de manos, mientras dejo dos plúmbeos manuales de derecho hipotecario sobre su mesa. Entonces se escucha un crujido seco, seguido de un estertor metálico. El imbatible palidece, quizá presagiando su primera derrota.