Imagen de perfilEL ALEGATO FINAL

Manuel de la Peña Garrido 

– In limine litis, invocaré algunas excepciones procesales genéricas: esta Corte estaría vulnerando principios fundamentales, puesto que Vos (dicho sea con los debidos respetos) sois juez y parte. Además, vuestras resoluciones son irrecurribles.

 

El Magistrado escucha perplejo el alegato del letrado, quien prosigue:

 

-…En cuanto a mis culpas profesionales, confieso que libré de la cárcel a personajes que no eran trigo limpio, que intenté ligar con juezas buscando la absolución de mis clientes… Pero siempre ejerciendo el derecho de defensa, que considero sagrado. Como abogado, y ruego perdonéis mi atrevimiento, pienso que hasta el Diablo merece un juicio justo.

 

Tras consultar con Tomás Moro, defensor de oficio, Dios hace un gesto de asentimiento e indica a san Pedro que abra las puertas del Cielo.

 

-¡Ufff! Presento mi renuncia a juzgar a más picapleitos. Delego en Salomón, experto en fallar casos difíciles -dice antes de abandonar el estrado.

 

 

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