¡ADIÓS PAPÁ!
Miguel Ángel García RodríguezLejos de alcanzar la renovación, mi despido fue fulminante. ¿La razón? Mi jefe no soportaba que mangara cremas caras contra las arrugas.
Tras sentenciar el juez que el despido había sido improcedente, a mi jefe no le quedó más remedio que readmitirme. Desde ese momento, mis problemas con él fueron infinitos y la atmósfera, tanto en el trabajo como en casa, resultaba irrespirable. Y es que ya no sé si a mi padre le había cabreado más que su propia hija le denunciase, que hubiera empleado su dinero para pagar a mi abogado o que mangara de su tienda cremas anti-edad con apenas veintipocos años.